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Henoc - Wikipedia, la enciclopedia libre

Henoc

De Wikipedia, la enciclopedia libre

Henoc (a veces transcrito como Enoc o Enoch) es, en el libro del Génesis, del Antiguo Testamento de la Biblia, el nombre de varios personajes mencionados en dos genealogías, y posteriormente por muchos autores judíos, cristianos y musulmanes:

  • El primero aparece como primogénito de Caín (quien construyó una ciudad a la que le puso el nombre de Henoc para celebrar su nacimiento). Henoc fue padre de Irad, éste de Mavael, éste de Matusalén, éste de Lamech quien aparece como el primer polígamo, y éste de Jabal y Jubal.[1]
  • El segundo aparece como hijo de Jared, descendiente de Set, hijo de Adán, padre de Matusalén, abuelo de Lamec y bisabuelo de Noé (Génesis 5:18-30). Este «Henoc anduvo con Dios, y desapareció porque Dios se lo llevó»;[2] «por la fe fue trasladado, para que no viera la muerte, y no se le halló porque Dios le trasladó.»[3]
  • Existió otro Henoc diferente, hijo de Madián y nieto de Abraham, que habría vivido en el 1700 a. C. aproximadamente.

Tabla de contenidos

[editar] Relatos sobre Henoc

[editar] Los «hijos de Elohím»

Según el Libro de los Jubileos (texto apócrifo escrito en tono midrásico probablemente en el siglo II a. C. por un judío fariseo; de la versión hebrea sólo se conservan los fragmentos encontrados entre los manuscritos del Mar Muerto; la versión mejor conservada es la etíope):

Durante trescientos años, Henoc aprendió todos los secretos (del Cielo y de la Tierra) de los bene Elohím (‘los hijos de los Señores’).[4]

El es el nombre de uno o varios dioses ugaríticos que fueron importados a Palestina e introducidos en los textos sagrados hebreos.

Por ejemplo, en Génesis 1:26 se dice: «Entonces Elohím dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, a nuestra semejanza”» y en Génesis 3:22: «Miren, el hombre ha llegado a ser como uno de nosotros, conociendo lo bueno y lo malo». Durante la descripción de la Torre de Babel (Génesis 11:7), los Elohím dicen: «Ahora pues, descendamos y confundamos sus lenguas». Algunos historiadores bíblicos opinan que el judaísmo fue en un tiempo una religión politeísta, hasta que los sacerdotes del dios Yahvéh ganaron el suficiente poder político y religioso como para declarar un Dios único. Sin embargo, otros opinan que este término sería usado como un plural mayestático de un solo Dios.

Los « eran gigantes que habían bajado a la Tierra porque carecían de compañía femenina. Los dioses El les enviaron para enseñar a la humanidad la verdad y la justicia. En el Libro de Enoc los hijos de los Elohím son llamados «Vigilantes» y se les menciona como un grupo de ángeles.

Igualmente, según los midrashim de Yalqut Shimoni[5] (la más importante de varias colecciones de midrashim, realizada en la primera mitad del siglo XIII por rabí Shimeon Hadarshan de Fráncfort</ref> y el Bereshit Rabbati[6] (midrás sobre el Génesis, abreviado a partir de un midrás perdido, más extenso, recopilado por rabí Moshe Hadarshan durante la primera mitad del siglo XI en Narbona):

Shemhazai y Azael (originalmente Azazel, ‘le fortalece un El’), dos ángeles que gozaban de la confianza de los Elohím (‘Señores’), preguntaron: «Señores del Universo, ¿no les advertimos el día de la Creación que el hombre demostraría ser indigno de Vuestro mundo?». Los Elohím replicaron: «Pero si destruimos al hombre, ¿qué será de Nuestro mundo?». Los ángeles contestaron: «Nosotros lo habitaremos». Los Elohím preguntaron: «Pero si descendéis a la Tierra, ¿no pecaréis incluso más que el hombre?». Ellos suplicaron: «¡Déjennos vivir allí durante un tiempo y santificaremos Vuestro nombre!».
Elohím le permitió descender, pero enseguida a los ángeles les venció la lujuria por las hijas de Adán y se corrompieron mediante el trato sexual. Henoc dejó constancia no sólo de las instrucciones que recibieron de Elohím, sino también de su posterior caída en desgracia: antes del fin disfrutaban indistintamente con vírgenes, matronas, hombres y bestias.
Shemhazai engendró dos hijos monstruosos llamados Hiwa e Hiya, cada uno de los cuales comía diariamente mil camellos, mil caballos y mil bueyes. Y Azael inventó los adornos y cosméticos empleados por las mujeres para pervertir a los hombres. En consecuencia, los Elohím les advirtieron que liberarían las Aguas de Arriba y así destruirían a todos los hombres y todas las bestias. Shemhazai lloró amargamente, pues temía que sus hijos, aunque bastante altos para no ahogarse, murieran de hambre.
En aquellos días sólo la virgen Ishtahar permaneció casta. Cuando Shemhazai le hizo proposiciones lascivas, ella se dirigió a los hijos de los Elohím: «¡Préstenme sus alas!». Ellos accedieron y ella voló hasta el Cielo, donde se acogió en el Trono de los Elohím, quienes la transformó en la constelación Virgo (o según otros, las Pléyades). Al perder sus alas, los ángeles caídos quedaron abandonados en la Tierra durante muchas generaciones hasta que ascendieron por la escalera de Jacob y así regresaron a su lugar de origen.
Shemhazai se arrepintió y se situó en el firmamento meridional, entre el Cielo y la Tierra —cabeza abajo y con los pies hacia arriba—, donde permanece colgado hasta nuestros días, formando la constelación llamada Orión por los griegos.

Se cree que el escritor griego Arato (de comienzos del siglo III a. C.) también escribió sobre este relato, o su relato aunque diferente presenta una gran similitud con éste. Cuenta que la Justicia (siempre virgen, ya que no yacía con nadie), hija de la Aurora, gobernó con virtud la humanidad en la Edad de Oro, pero cuando llegaron las Edades de Plata y de Bronce acarreando codicia y masacre, ella exclamó: «¡Ay de esta raza perversa!» y ascendió al Cielo, donde se convirtió en la constelación Virgo.

El resto de la narración está tomada del relato de Apolodoro sobre la persecución de las siete Pléyades vírgenes, hijas de Atlante y Pléyone, que lograron escapar de los abrazos del cazador Orión transformadas en estrellas.

No obstante, la mayoría de los estudiosos creen que Ishtahar parece referir a la diosa babilónica Ishtar, identificada a veces con la constelación Virgo. La creencia popular egipcia identificaba a Orión, la constelación en la que se convirtió Shemhazai, con el alma de Osiris.

[editar] Explicación del mito

La explicación de este mito de los gigantes «hijos de El», que ha constituido un obstáculo para los teólogos, puede estar en la llegada a Palestina de pastores hebreos, altos y bárbaros, aproximadamente en el 1900 a. C. y en su contacto, mediante el matrimonio, con la civilización asiática.

En este sentido, los «hijos de El» se referiría a los propietarios de ganado que veneraban al dios-toro semita El; «hijas de Adán» querría decir ‘mujeres de la tierra’ (en hebreo adama), esto es, las agricultoras cananeas adoradoras de la Diosa, famosas por sus orgías y su prostitución premarital.

Si es así, este acontecimiento histórico se ha mezclado con el mito ugarítico según el cual el dios El sedujo a dos mujeres mortales y engendró dos hijos divinos con ellas, a saber Shahar (‘Aurora’) y Shalem (‘Perfecto’). Shahar aparece como divinidad alada en el Salmo 139,9; y su hijo (según Isaías 14:12) era el ángel caído Helel.

Las uniones entre dioses y mortales (que generalmente en la mitología provienen de las uniones de reyes o reinas con plebeyos), ocurren con frecuencia en los mitos del Mediterráneo y el Cercano Oriente. Como el judaísmo posterior rechazó todas las deidades menos su propio Dios trascendental, y como éste nunca se casó ni asoció con mujer alguna, Rabbí Shimon ben Yohai se sintió obligado a maldecir, en Génesis Rabba, a todos los que interpretaban «hijos de El» en el sentido ugarítico.

De manera evidente, tal interpretación todavía era habitual en el siglo II, y sólo desapareció cuando los bene Elohím fueron interpretados como ‘hijos de los jueces’. Elohím podía significar ‘dioses’ pero también ‘jueces’. Se generó incluso la teoría de que cuando un magistrado debidamente designado juzgaba una causa, el espíritu de El lo poseía: «Yo había dicho: ¡Ustedes son dioses, todos ustedes, hijos del Altísimo!».[7]

[editar] Los ángeles acusadores

Según las Homilías clementinas (opúsculo cristiano de principios del siglo III, escrito probablemente en Siria):

Ciertos ángeles acusadores pidieron permiso al dios Yahvéh Elohím para reunir pruebas fidedignas de la iniquidad perlas, tinte purpúreo, oro y otros tesoros, que fueron robados inmediatamente por los codiciosos hombres. Entonces los ángeles-joyas adoptaron forma humana con la esperanza de enseñar rectitud a la humanidad. Pero esa asunción de carne humana les hizo someterse a los apetitos humanos: seducidos por las hijas de los hombres, se encontraron encadenados a la Tierra y fueron incapaces de recuperar sus formas espirituales.
Los Caídos tenían unos apetitos tan grandes que Yahvéh Elohím hizo llover sobre ellos maná de muchos sabores diferentes para que no sintieran la tentación de comer carne, alimento prohibido, y excusaran su flaqueza alegando escasez de cereal y hortalizas.
No obstante, los Caídos rechazaron el maná de Yahvéh Elohím, mataron animales para comerlos y hasta probaron carne humana, contaminando así el aire con vapores nauseabundos. Fue entonces cuando Yahvéh Elohím empezó a pergeñar la destrucción de Su mundo por medio del Diluvio.[8]

[editar] El ángel Metatrón

Más tarde, el mito hebreo convierte a Henoc en el ángel ayudante y consejero de Yahvéh Elohím y también en patrono de todos los niños que estudian la Torá.

Según el Sefer Hejalot (midrás sobre los secretos del Cielo, estrechamente relacionado con el Libro de Henoc):

El sabio y virtuoso Henoc ascendió al Cielo, donde se convirtió en el principal consejero de Yahvéh Elohím y desde entonces fue llamado Metatron. Yahvéh Elohím puso su propia corona sobre la cabeza de Henoc y le dio setenta y dos alas y numerosos ojos. La carne de Henoc se transformó en llama, los tendones en fuego, los huesos en ascuas, los ojos en antorchas, el cabello en rayos de luz, y lo envolvió la tormenta, el torbellino, el trueno y el rayo.[9]

Metatrón sería una corrupción hebrea del griego meta-dromos, ‘el que persigue con venganza’, o de meta ton zronon, ‘cercano al trono’.

Los setitas (descendientes de Set) hacían voto de celibato y llevaban vida de anacoretas, según el ejemplo de Henoc.

Según el Génesis 5.22-24, Henoc era un hombre justo, «caminó con Yahvéh», vivió 365 años, y desapareció, porque Yahvéh se lo llevó sin que muriera.

El escritor midrásico judío Bar-Hebraeus escribió:

Henoc fue el primero que inventó los libros y las diversas formas de escritura. Los antiguos griegos declaran que Henoc es equivalente a Hermes Trimegisto, y enseñó a los hijos de los hombres el arte de construir ciudades, y promulgó algunas leyes admirables [...]
Descubrió el conocimiento del zodiaco, y el curso de los planetas; y enseñó a los hijos de los hombres que debían adorar a los Elohim, que debían ayunar, que debían rezar, que debían dar limosnas, ofrendas votivas y diezmos. Reprobó los alimentos abominables y la ebriedad, e instituyó festivales para sacrificios al Sol, en cada uno de los signos zodiacales.

En el Corán, el profeta Henoc es conocido como Idris, y se le describe como sigue:

¡Verdaderamente! Es un hombre de verdad y un profeta. Le elevamos a un alto puesto.[10]

Para los mormones, este Henoc fundó la ciudad justa de Sión en un mundo pecaminoso. Él y los habitantes de toda la ciudad fueron «trasladados» por Yahvéh y se esfumaron de la superficie de la Tierra antes del Gran Diluvio. Dejaron a Matusalén y su familia (incluido Noé) para que las gentes justas siguieran poblando la Tierra.

Según el 2 Henoc, texto apócrifo y pseudoepigráfico, el dios Yahvé se llevó a Henoc y le transformó en el ángel Metatrón.

Se dice que el rey Salomón adquirió gran parte de su sabiduría en el Libro de Raziel, colección de secretos astrológicos tallados en zafiro, que guardaba el ángel Raziel.

En el capítulo 23 del 2 Henoc, el Henoc eslavo dice que el dios El dictó a Henoc su conocimiento cósmico, después designó a los ángeles Samuil y Raguil o Semil y Rasuil para que acompañaran a Henoc en su regreso a la Tierra y ordenó a éste que legara esos libros a sus hijos y a los hijos de sus hijos. Tal sería el origen del Libro de Raziel, que fue entregado, según la tradición judía, por el ángel Raziel a Adán, del cual pasó a Noé, Abraham, Jacob, Leví, Moisés y Josué antes de llegar al rey Salomón.

Según el Targum sobre el Eclesiastés:

Cada día el ángel Raziel, erguido sobre el monte Horeb, proclama los secretos de los hombres a toda la humanidad y su voz resuena alrededor del mundo.[11]

Un denominado Libro de Raziel, que data aproximadamente del siglo XII, fue escrito con toda probabilidad por el cabalista Eleazar ben Judah de Worms, pero contiene creencias místicas mucho más antiguas.

[editar] Notas

  1. Génesis 4:17-18
  2. Génesis 5:24
  3. Hebreos 11:5
  4. Libro de los Jubileos 4:21
  5. Yalqut Shimoni 33
  6. Bereshit Rabbati 29-30; citado a partir de la edición de Hanoch Albeck, Jerusalén, 1940 (existe traducción española de Luis Vega Montaner, Estella, Verbo Divino, 1994)
  7. Salmos 82:6
  8. Homilías clementinas, 8.11-17 (pág. 142-145)
  9. Sefer Hejalot, 170-176
  10. Corán 19:56-57
  11. Targum sobre el Eclesiastés, 10.20

[editar] Véase también


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