Ramón Ribeyro
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Ramón Ribeyro, fue un abogado peruano, cuando se formó el Ejército de Reserva en Lima, con el grado de coronel EP, se le dio el comando del batallón de Reserva N' 4 y del Reducto N' 2 en Miraflores y como tal asistió a la batalla de Miraflores. Luis Alayza y Paz Soldán, nos dice de este personaje:
“la fracción del Reducto Nº 2” que espectacularmente se exhibe, como una de las escasas expresiones del culto que debemos a quienes se sacrificaron por la Patria, en medio de esta ciudad naciente, que no otra cosa es la Urbanización “San Antonio”, al oeste de Miraflores y separada de ella por la carretera y el ferrocarril (en la actualidad, 1983, esta urbanización se encuentra separada del Miraflores viejo, por la Vía Expresa del Paseo de la República, una impresionante obra de ingeniería, hecha durante el primer período de gobierno del arquitecto Fernando Belaúnde Terry y comenzada durante la gestión edilicia del alcalde de Lima, doctor Luis Bedoya Reyes), trae a mi memoria el recuerdo de su heroico defensor el doctor Ramón Ribeyro, el maestro que más hondamente ha influido en la formación de mis sentimientos, y, probablemente, en la cuantos escucharon sus lecciones y apreciaron la más admirable de todas: la de su propia vida”.
Como Andrés Avelino Cáceres, Ramón Ribeyro vivió en Miraflores después de la batalla, en uno de los pocos ranchos que humildemente se levantaron entre los escombros renegridos, de las que fueron amables quintas y mansiones opulentas.
¡Cómo emocionarían esos despojos a quienes lucharon en la batalla del 15 de enero de 1881, y presenciaron, en la noche, el siniestro resplandor de la hoguera!. Y continúa Alayz y Paz Soldán:
Son pocos los recuerdos que me emocionan de mi paso por las aulas de San Marcos. Tal vez porque ingresé a ellas con algún retardo, o acaso porque antes asistí varios años a una escuela técnica más cálida que la del viejo claustro, que se me antojaba antes de frío convencionalismo. Por lo demás, no era lo que mi mente juvenil había soñado encontrar en ese renombrado centro del continente americano. Pero entre esos pocos puntos luminosos mantiénese vivo en mí como una hoguera, la memoria del más sabio y del más hombre, del más austero y del más maestro de los profesores.
Ramón Ribeyro fue uno de esos ciudadanos que sintieron la necesidad del Perú de una absoluta consagración por parte de sus hijos. En la adolescencia ingresó a la Marina de Guerra, pero por causas que se descocen le hicieron dejarla por la universidad. Tenía sin duda ésta, el atractivo de la sombra de su ilustre genitor, el eminente canciller Juan Antonio Ribeyro,quien fuera el Rector que más tiempo ejerció en la larga historia de la Universidad Mayor de San Marcos, y la intuición de que en breve iba a ser en ella elemento constructivo y noble sembrador de ideas saludables. Abogado desde 1865, afilióse al partido de don Manuel Pardo, y tocóle colaborar con el renombrado financista Pradier Foderé en la creación de la Facultad de Ciencias Políticas y Administrativas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Al inicio de la guerra del Pacífico en 1879, era ministro de Justicia; pero dejó el destacado sitial del estadista para tomar el fusil del ciudadano. Como coronel del batallón Nº 4 de la Reserva dio un alto ejemplo en la defensa del Reducto Nº 2, y contribuyó, a fuerza de valor y abnegación, a cubrir el horror de la derrota con el manto glorioso del heroísmo.
Su espíritu infatigable y ardiente lo llevó a colaborar con el doctor Francisco García Calderón, en el empeño de alcanzar un tratado de paz que librase al Perú del mal, y a la América de la vergüenza, de sancionar el derecho de conquista (lo que no se logró por el espíritu conquistador del invasor chileno; Arica, Tacna y Tarapacá, quedan como prueba tangible, que la guerra de 1879, fue con ánimo de conquista por parte de Chile, ya que no existían fronteras con Chile y menos disputas territoriales. Finalmente ya en pleno siglo XX, Perú recuperó Tacna, no sin antes soportar esta ciudad peruana, un intento de chilenización, emprendido por las autoridades de ese país. Esto llevó a los dos estadistas a los presidios de Angol y Chillán, en Chile.
A su regreso al país, fanático siempre en su vocación afrontó al gobierno del general Miguel Iglesias del Rubí, lo que nuevamente le valió el destierro; y después de algunos meses regresó al lado del general André A. Cáceres, el más alto exponente de la tenacidad, del heroísmo y de las virtudes militares, a tomar participación activa en la reconstrucción del Perú, despedazado por la guerra. Por la pérdida de sus tesoros naturales y por la dilatada ocupación de su territorio. Fue ministro y diputado. De [1893]] a 1895, como Plenipotenciario en Chile, transcurridos ya los diez años, pactados por el Tratado de Ancón, durante los cuales ese país retendría como rehenes a las provincias de Tacna y Arica, luchó decididamente para arrancarle (a Chile) el cumplimiento de su promesa. En los últimos años ingresó a la Corte Suprema de Justicia, y era vocal jubilado cuando sonó su última hora.
Todo el acervo de esta inmensa y prolongada actuación y lucha, constante sacrificio en aras de la Patria, iras contenidas y orgullos indomables y el rencor contra las humillaciones inferidas a su país y la ambición de conquistarle una situación próspera y digna, formó en su ancianidad de héroe romano, el hontanar oculto de donde fluía el manantial de su palabra educadora y sembradora, y el noble imperio que ejercía sobre sus alumnos de Derecho Internacional.
El historiador Tomás Caivano describiendo la batalla de Miraflores, recuerda que todo el ataque chileno por mar, desde la escuadra y por tierra, incidió sobre los tres primeros reductos: 1, 2 y 3, defendidos por el elemento más selecto de Lima; de ahí la enorme mortandad de personalidades visibles y agrega:
“Si el destino perdona la vida al distinguido abogado y ex Vice Presidente de la Cámara de Diputados, Ramón Ribeyro, que mandaba el Batallón Nº 2 (debió decir Batallón Nº 4), al cual estaba confiada la segunda trinchera, no le evitaba el dolor de ver caer a su lado, uno después de otro, a sus amigos queridos, los más distinguidos personajes de la República y de Lima que militaban a sus órdenes”.
Tomás Caivano#GGC11C
Y Luis Humberto Delgado, el acucioso polígrafo que se distingue por la admirable documentación de sus obras históricas, recordando al ilustre maestro en el centenario de su nacimiento, dijo, en un artículo publicado en “El Comercio”, el 31 de agosto de 1941:
“Ramón Ribeyro fue Jefe del Primer Batallón de Reserva Nº 4, ubicado en el Reducto Nº 1 de Miraflores en la clase de Teniente Coronel. Comandaron el Cuerpo Universitario el Coronel Elcorrobarrutia, luego, por razón de enfermedad del doctor Domingo Rada, a quien reemplazó Ribeyro. En este cuerpo figuraron hombres eminentes, que después desempeñaron grandes situaciones”.
Luis Humberto Delgado#GGC11C
Ribeyro el día 15 de enero de 1881, después de la lista de diana, estando el cuerpo formado en columna cerrada dirigió a sus tropas un vigoroso discurso, con el fuego de ese torrente de palabras que tanto entusiasmó a sus discípulos. En la refriega cayó el ilustrado Saturnino del Castillo, maestro de representación y autor de algunos textos de enseñanza; el doctor Olcay, abogado y juez de Iquique; el doctor Manuel Pino, vocal de Puno; el estudiante Arrunátegui de Piura, y otros más. No habían recibido sino una dotación de balas. Después de quemar cuantas tenían, y ya producida la derrota general, por causa que con energía y verdad ha dejado escritas don Víctor Valle Riestra, a las 5 y 30 de la tarde, el batallón de Ribeyro violó el flanqueamiento del reducto que había hecho el enemigo, y a las 8 de la noche acampó con su muy mermado batallón, en la plaza de armas de Lima. Acompañado de su ayudante, el mayor EP José Miguel Vélez, penetró a Palacio de Gobierno a pedir órdenes. No encontró a nadie. Ninguna autoridad estaba allí. Volvió a salir y arengó a su tropa que lo esperaba formada en la plaza:
“Hijos míos, dijo, arengando a las tropas, habéis cumplido con vuestro deber. Si un día desde nuestros queridos claustros se toca el clarín de la Patria, tanto más querida cuanto más afligida, acudiréis sin duda. A nombre del Perú, repito, habéis cumplido con vuestro deber. Podéis volver a vuestras casas. ¡Viva el Perú y Alerta!””.
El doctor Ramón Ribeyro, fue como se dijo, ministro de Justicia; la causa de su renuncia, fue que había solicitado que todas las decisiones concernientes al desarrollo de la guerra, se tomarán en Consejo de Ministros. El general La Cotera, las rechazó. Guillermo Thorndike, nos dice sobre este asunto:
“... (La Cotera) no está dispuesto a perder tiempo explicando..., a tres juristas y a un banquero por qué el rifle peabody es superior al comblain y supeditando decisiones castrenses al voto de profanos.
“Los poderosos civilistas rompieron con el Vicepresidente La Puerta, estos actos de gobierno lo calificaban abiertamente de chocheces. Que vuelva Prado y que ese viejo imbécil desaparezca de Palacio.”
Posteriormente, y luego de la pérdida del “Huáscar” en Punta Angamos el 8 de octubre de 1879, en la colecta nacional para la compra de un acorazado, que llevaría el nombre de “Almirante Grau”, propuesto por el médico Melitón Porras, Ramón Ribeyro donó de su peculio, mil soles.