Fokker E III
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Pese a no ser un avión excepcional, el Fokker E.III sería una pesadilla para los aviones de la entente durante la primera parte de la guerra aérea. En una época en la que los aviones enemigos iban mal o nada armados, las ventajas de un arma delantera fija eran cruciales, y llegó un momento en el que el Royal Flying Corps prohibió a cualquier avión salir sin una escolta de como mínimo otros tres aparatos debido al éxito del ágil monoplano.
La verdadera novedad de este avión, y por ello se le puede denominar el primer caza clásico, son sus ametralladoras sincronizadas con las hélices en la parte delantera del aparato. Sin embargo, y a pesar de que los alemanes fueran los primeros en poner esta característica en un avión de serie, fue un francés el primero que lo utilizó en combate. Roland Garros fue derribado en los alrededores de Courtrai, el 18 de abril de 1915. Su aparato, un monoplano Morane-Saulnier L con un rudimentario sistema para proteger las hélices de los propios disparos, cayó en manos alemanas.
Anthony Fokker, inspirado, creó un verdadero sistema de sincronización, montándolo en los monoplanos M5 K, ya en servicio desde hacía cierto tiempo. Así surgió el Fokker E.I.
La versión más numerosa fue la E.III, que difería del Fokker E.II en su mejor motor y mayor superficie alar. El Fokker E.III hizo su aparición en los frentes de batalla occidentales en agosto de 1915, y hasta la aparición de los nuevos cazas Nieuport y los británicos D.H.2 no encontró respuesta a su dominio del cielo.
Se construyeron 249 unidades de la versión E.III, además de las 49 que fueron actualizadas de la E.II a la E.III. 22 unidades fueron cedidas a Turquía y un número indeterminado al Imperio Austrohúngaro.