Cuadro de costumbres
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El cuadro de costumbres es un subgénero propio del costumbrismo o literatura costumbrista en que se describen tipos populares y actitudes, comportamientos, valores y hábitos comunes a una profesión, región o clase por medio de la descripción, con frecuencia satírica o nostálgica, a veces con un breve pretexto narrativo, de los ambientes, costumbres, vestidos, fiestas, diversiones, tradiciones, oficios y tipos representativos de una sociedad.
En la actualidad los cuadros de costumbres poseen una gran importancia para la Sociología y como fuente histórica y sus procedimientos y técnicas fueron asimilados por las estéticas posteriores del Realismo y el Naturalismo. Mesonero Romanos definía el cuadro de costumbres como pintura filosófica o festiva y satírica de las costumbres populares. Se desarrolló sobre todo durante el Romanticismo, cuando la Revolución industrial presagiaba ya que una serie de valores y tradiciones rurales podrían perderse con el desmesurado desarrollo del capitalismo urbano y el éxodo masivo del campo a la ciudad. También sirvió para describir con el Realismo del siglo XIX el espíritu de la nueva y boyante clase social, la burguesía, que conquistó el poder en el siglo XIX. Ya se encuentran, sin embargo, esbozos costumbristas en el siglo XVII mezclados con una presunta moralidad en [[Juan de s
sabaleta]], o en numerosos entremeses teatrales de esa misma época. Y aun se pueden encontrar notas costumbristas anteriores en la obra del Arcipreste de Talavera y en otros autores.
En España destacaron en el cultivo del cuadro de costumbres los escritores decimonónicos Mariano José de Larra, Ramón Mesonero Romanos y Serafín Estébanez Calderón, y se escribieron grandes compilaciones colectivas de artículos de este género que describían tipos y profesiones populares, como Los españoles pintados por sí mismos (Madrid: Ignacio Boix, 1843-1844) 2 vols., reimpresos en uno solo en 1851.
Esta obra tuvo una gran repercusión, expresada en una serie de obras que imitaron su estructura: El álbum del bello sexo o las mujeres pintadas por sí mismas (1843), del que sólo aparecieron dos entregas, una de ellas compuesta por Gertrudis Gómez de Avellaneda y otra por Antonio Flores; Los cubanos pintados por sí mismos (1852), Los mexicanos pintados por sí mismos (1854), Los valencianos pintados por sí mismos (1859), Las españolas pintadas por los españoles (1871-1872), en que colaboraron Ramón de Campoamor y Benito Pérez Galdós, Las mujeres españolas, portuguesas y americanas, en tres tomos (1872, 1873, 1876), etc. Puede decirse que el canto de cisne de este género lo supusieron los dos volúmenes de Los españoles de hogaño (1872), relativos al ambiente madrileño, o El álbum de Galicia. Tipos, costumbres y leyendas (1897).
Los escritores-autores, periodistas, ensayistas, críticos, columnistas, que escriben en los periódicos, revistas, etc.; también son una fuente importante de las costumbres de una parte de la sociedad y como por ejemplo protagonistas de una vida social de los VIP en una expresión de costumbrista antiburgués con Francisco Umbral o menos ácido en crónicas de sociedad.
En América Latina este subgénero alcanzó gran éxito entre las élites lectoras locales. En gran parte de los países se consagró algún escritor como "el" autor de cuadros costumbristas nacionales. En Perú fue Ricardo Palma quien aplicó el cuadro de costumbres a temas históricos virreinales; en Chile, José Joaquín Vallejo, testigo del pionerismo y auge minero, en Guatemala, fue José Milla y Vidaurre quien describe aspectos culturales acontecidos en la capital guatemalteca.