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Maximato - Wikipedia, la enciclopedia libre

Maximato

De Wikipedia, la enciclopedia libre

El maximato fue un periodo histórico y político dentro del desarrollo histórico de México que corre de 1928 a 1934. Este periodo debe su nombre a Plutarco Elías Calles, quien era conocido como El jefe máximo de la Revolución. Elías Calles sólo fue presidente en el periodo 1924-1928, pero en los seis años siguientes, se sucedieron tres presidentes, todos ellos subordinados en menor o mayor medida a los intereses y políticas del ex presidente. Los presidentes, y sus respectivos mandatos, son:

La influencia del ex presidente llegó a su fin cuando Lázaro Cárdenas le expulsó del país en 1936, luego de haber sido electo presidente en 1934.

Tabla de contenidos

[editar] Antecedentes

Inestabilidad y grandes cambios marcaron la tercera década del siglo XX en México. En muchos sentidos, los años veinte representaron para México la disolución definitiva de las prácticas vigentes durante el porfiriato y un paso definitivo hacia la consolidación de un sistema político cuya vigencia culminaría 70 años después.

Para entender el periodo conocido como Maximato es necesario situarse en el convulso contexto marcado, en un sentido por el final de la Revolución mexicana (1910 a 1921), las consecuencias desastrosas para la economía mundial de la crisis de 1929, y los efectos de la así llamada Guerra Cristera (también conocida como guerra de los cristeros o cristiada) (1926-1929).

Este periodo está inscrito pues, en un momento de gran agitación social y política. El período mismo habría de comenzar con un magnicidio. Aunque formalmente, la Constitución mexicana prohibía la reelección del presidente de la república, la Carta Magna se reformó para que Álvaro Obregón fuera elegido para ocupar dicho cargo, luego de haberlo ocupado de 1920 a 1924. Este acontecimiento significó mucho más que el asesinato de un presidente electo, pues la muerte de Obregón (quien era sin duda la figura política más prominente del país), obligó al reposicionamiento de los actores políticos que buscaban llenar el vacío que se había creado.

Así, el poder recayó de forma natural en el presidente saliente, Plutarco Elías Calles. Éste, al ver los efectos de la estrategia reeleccionista de Obregón (asesinado por José de León Toral), decidió ejercer el poder de forma indirecta, detrás de gobernantes débiles.

[editar] Los presidentes del maximato

[editar] Emilio Portes Gil, 1928-1930

Con la muerte de Obregón una cosa era segura, alguien más debería de ocupar el puesto de presidente. El proceso de elección fue complicado para Calles, quien tuvo que aceptar algunas de las demandas de los obregonistas (por mucho, el mayor poder político de la nación), al colocar a alguien que les resultara cómodo, y que se encargara de mantener los privilegios que ofrecía Obregón.

Así, la designación recayó en Emilio Portes Gil, político con cierta influencia en Tamaulipas donde se había desempeñado, entre otras cosas, como gobernador y diputado federal representando a ese estado y que en ese momento se desempeñaba como Secretario de Gobernación. Dicho nombramiento tranquilizó a los obregonistas, quienes vieron en él un candidato a modo de sus intereses. El 25 de septiembre de 1928, el Congreso de la Unión, eligió de manera unánime a Portes Gil como presidente interino, para desempeñar el cargo de presidente interino hasta el 5 de febrero de 1930 (1 año y 5 meses).

Su gobierno se caracterizó desde un principio por conflictos con organizaciones obreras (obregonistas en su mayoría) que habían estado en contra de su designación como presidente interino (en particular la Confederación Regional Obrera Mexicana, la más grande asociación obrera de la república en ese entonces). Los conflictos con la CROM y otras organizaciones sindicales (comunistas, socialistas, anarquistas y católicos) ocurrieron en el contexto de la recesión que, desde septiembre de 1929 avasalló a la economía de Estados Unidos, con la que la economía mexicana ya había logrado--a pesar de los once años de guerra civil--un alto grado de integración. Ocurrió, además, en un momento en el que Calles--quien aprovechó su salida del poder para viajar por distintos países de Europa--trataba de construir un consenso nacional similar a los que, en el mismo periodo, se construían en Italia y Alemania siguiendo las fórmulas del corporativismo, el fascismo y el falangismo.

En lo político, Portes Gil permitió a Calles dar un paso fundamental hacia el Maximato, el ex presidente (Plutarco Elías Calles) había sido nombrado presidente del recién formado Partido Nacional Revolucionario (PNR), antecesor del PRI. Este cargo resultaría definitorio a la hora de consolidar su poder, pues le permitió de una vez por todas acabar con las aspiraciones de los obregonistas, convirtiéndose en el líder máximo de la política nacional.

Así, el día 4 de marzo de 1929, el recién creado Partido Nacional Revolucionario (PNR) tomaba protesta a Pascual Ortiz Rubio como su candidato para las elecciones presidenciales de 1930. La elección de éste se dio en la más absoluta oscuridad, pues hasta pocos días antes Ortiz Rubio se había desempeñado como embajador en Brasil. En realidad su elección no tuvo otro motivo más que desarticular al obregonismo, representado por la candidatura de Aarón Sáenz (ex gobernador de Nuevo León, y a quien todos consideraban como el próximo presidente) y, sobre todo, aplastar la candidatura ciudadana de José Vasconcelos, ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México.

De esta manera, Calles, usando todo el capital político del partido que controlaba, así como el aparato de la administración pública federal, encabezada por Portes Gil, inclinó descaradamente la balanza hacia su candidato, asegurando la presidencia de la República, a pesar de lo cual es importante considerar otro acontecimiento marcaría la presidencia de Portes Gil, un levantamiento armado que sería recordado como el último levanamiento militar de importancia hasta la aparición del EZLN, en 1994. Se trata de la así llamada, "revolución escobarista".

[editar] La revolución escobarista

Artículo principal: Rebelión escobarista

Con la muerte de Álvaro Obregón y la designación de Portes Gil, los obregonistas comenzaron a tramar un alzamiento para oponerse a Calles y asegurar su permanencia en el poder.

Así, mientras Calles se ocupaba--en un sentido--en manipular la compleja maquinaria del Congreso y--en el otro--de dar forma al PNR, los conspiradores, liderados por Gonzalo Escobar, obregonistas todos, planeaban un golpe militar que terminaría definitivamente con toda influencia que no fuera la de ellos. El grupo estaba integrado por generales y gobernadores, principalmente de la zona norte del país, y el hotel Regis ubicado en el centro de la Ciudad de México sería el escenario de sus reuniones.

La rebelión se hizo pública el 3 de marzo de 1929, cuando los alzados publicaron el Plan de Hermosillo en el que conminaban al pueblo de México a levantarse en armas contra Calles (ignorando totalmente a Emilio Portes Gil). Lo que no calcularon los rebeldes fue el hecho de que el gobierno mismo conocía todos los detalles de las reuniones que se habían llevado a cabo para la preparación del levantamiento; así, ese mismo día Portes Gil nombró a Calles secretario de Guerra, para coordinar todas las acciones bélicas contra los alzados.

La esperanza del grupo rebelde era que los cristeros y otras fuerzas de oposición (como los seguidores de José Vasconcelos) se les unieran, cosa que no ocurrió. Aunque obtuvieron algunas victorias rápidas (como las tomas de Monterrey y Xalapa), los escobaristas se vieron reducidos rápidamente, al punto que Calles renunció a la secretaría de Guerra el 22 de mayo (2 meses y medio después del alzamiento), al considerar el conflicto como terminado.

La mayor consecuencia derivada del alzamiento de los escobaristas fue la consolidación del poder de Calles, pues los obregonistas se desmoronaron y no hubo ya, más oposición a su poder. La otra gran consecuencia fue el abandono de la vía armada para dirimir diferencias; a partir de entonces, la política en México abandonó las armas y sería, a partir de ese momento, en el seno del partido gobernante donde ocurrirían las más importantes luchas por el poder político, aunque es importante considerar que hubo, más adelante, otros intentos--menores--para aglutinar en torno a líderes militares movimientos armados de oposición como en el caso del almazanismo (encabezado por el general Juan Andrew Almazán) y el henriquismo (encabezado por el general Miguel Henríquez Guzmán).

[editar] Pascual Ortiz Rubio, 1930-1932

Fue electo presidente constitucional y ejerció el cargo de 1930 a 1932, originalmente electo para completar el sexenio 1928 - 1934. En la elección de 1929, Calles favoreció la designación de Pascual Ortiz Rubio, quien a pesar de haber sido Diputado Federal a la XXVI Legislatura de México y Gobernador de Michoacán, llevaba muchos años alejado de México y la política nacional, como Embajador, primero en Alemania y luego en Brasil, como el candidato de Partido Nacional Revolucionario. Ortiz Rubio fue el oponente de José Vasconcelos, a quien derrotó en una elección que muchos consideran como fraudulenta y que registra, en la documentación oficial, una ventaja de 99% de los votos a favor de Ortiz Rubio contra 1% para José Vasconcelos.

Desde el inicio de su gobierno, Ortiz Rubio fue objeto de numerosas burlas y chiste por el escaso o nulo poder que ostentaba, fue conocido en el habla popular de la época como "El Nopalito",[1] así mismo era repetida frecuentemente al pasar frente al Castillo de Chapultepec, la residencia oficial del Presidente Ortiz Rubio: "Aquí vive el Presidente, pero el que manda vive enfrente"[2] en referencia a que Calles tenía su residencia particular en la Colonia Anzures de la Ciudad de México, frente a Chapultepec.

A pesar de su imagen de debilidad, acentuada por su edad, su condición física y el hecho que, a diferencia de Calles y otros líderes de la época no era un líder militar, Ortiz Rubio buscó ejercer la presidencia de manera autónoma de Calles. Sin embargo, Calles controlaba las cámaras del Congreso de la Unión, las Fuerzas Armadas, el Partido Nacional Revolucionario y contaba con la simpatía y lealtad de la mayoría de los gobernadores. Ante ese escenario, Ortiz Rubio optó por renunciar al cargo dos años y dos meses antes de que culminara el periodo para el que había sido electo, el 2 de septiembre de 1932. En el texto de su renuncia, Ortiz Rubio puntualizó:

Salgo con las manos limpias de sangre y dinero, y prefiero irme y no quedarme aquí sostenido por la bayonetas del Ejército mexicano.[3]

[editar] Abelardo L. Rodríguez, 1932-1934

Inmediatamente después de la renuncia de Ortiz Rubio se convocó a un periodo extraordinario del Congreso de la Unión a fin de designar a un presidente sustituto. Manuel Pérez Treviño acudió a la sesión y en su condición de presidente del P.N.R. pronunció un mensaje en el que habló de la necesidad de demostrar que México estaba preparando para democracia. A continuación, presentó los nombres de cuatro candidatos para la presidencia: Alberto J. Pani, Joaquín Amaro Domínguez, Abelardo L. Rodríguez y Juan José Ríos.

En la tarde de aquel mismo día, 3 de septiembre, se reunieron los diputados y los senadores miembros del bloque, procediéndose a la elección. Resultó electo, por mayoría de votos, el general Abelardo L. Rodríguez, como presidente sustituto hasta completar el período que correspondía a Ortiz Rubio. Ese mismo día, en el recinto de la Cámara de Diputados, tomó posesión de la presidencia. Con Abelardo L. Rodríguez como presidente, la situación política del país no experimentaría ningún cambio fundamental. El general Calles continuó siendo el hombre fuerte. En el aspecto social y como consecuencia de las medidas dictadas por el régimen anterior, se agudizaron los problemas con las centrales obreras y campesinas. Tanto así, que en 1933 estallaron serios enfrentamientos de grupos de campesinos en los estados de Veracruz y Jalisco. Del mismo modo, en los centros fabriles las huelgas se hacían cada vez más frecuentes.

[editar] El "grito de Guadalajara"

El gobierno se vio obligado a dar algunos pasos conciliatorios como, por ejemplo, establecer el salario mínimo industrial. No obstante, esto sólo aminoró los graves problemas económicos y sociales que afectaban al país. En lo que muchos consideran una jugada maestra de Calles para generar un conflicto que distrajera la atención de los problemas generados por la severa crisis económica, agudizada por los efectos de la recesión en Estados Unidos, el hombre fuerte pronunció el 21 de julio de 1934 un airado mensaje en Guadalajara, en el que señaló que luego de haberse concluido la fase militar de la Revolución mexicana, era necesaria una transformación todavía más profunda de las costumbres y la vida pública.

Fue así que Narciso Bassols, secretario de Educación Pública, inició un ambicioso programa de reforma educativa y propuso una serie de cambios al artículo tercero de la Constitución de 1917. En el centro de las propuestas de Bassols estaba la idea de implantar la así llamada "educación sexual", que no era más que "higiene", en un sentido más amplio. Sin embargo, el nombre que se le dio ocasionaría a Bassols una gran impopularidad. Se organizaron manifestaciones de padres de familia en las que se acusó al secretario de Educación de "enemigo de los niños" y se pedía su renuncia, la cual presentó en 1934. Posteriormente, en los debates del primer Plan Sexenal, se discutiría sobre la orientación de la educación.

El así llamado "Grito de Guadalajara" y las políticas propuestas por Bassols tuvieron el efecto esperado. Además del enfrentamiento con los padres de familia, aglutinados en la Unión Nacional de Padres de Familia y otras organizaciones similares, viejos grupos de cristeros y familiares de estos, profundamente resentidos con la "solución" dada por el gobierno de Calles y la Santa Sede al conflicto de 1926-9, lanzaron lo que se conocería como "La Segunda", es decir, la segunda Cristiada, un movimiento de mucha menor intensidad en lo militar, pero que tensó una vez más las relaciones entre algunos de los más importantes actores de la vida pública en el país, haciendo que la crisis económica pasara a un segundo plano.

[editar] Candidatura de Lázaro Cárdenas

En un ambiente político de constantes problemas surge la candidatura de Lázaro Cárdenas, secretario de Guerra con Abelardo Rodríguez, y cuya candidatura fue proclamada en la ciudad de Guadalajara por un grupo de políticos. No obstante, Calles estaba lejos de considerarse satisfecho con la candidatura del también ex gobernador del estado de Michoacán. En el mes de mayo de 1933 se rumoraba que los candidatos del Partido Nacional Revolucionario, o sea los de Calles, eran Manuel Pérez Treviño, Carlos Riva Palacio y Lázaro Cárdenas. Sin embargo, cuando el hijo de Calles, Rodolfo Elías Calles, habló en la Cámara de diputados de la candidatura de Cárdenas, la mayoría de los políticos supuso que era el hombre designado por el jefe máximo. Calles, al darse cuenta de la aceptación prodigada a Cárdenas, optó por mantenerse en silencio.

Posteriormente, se eliminaron los otros candidatos y Calles se decidió por la candidatura de Lázaro Cárdenas. Con esta elección se agudizaron las contradicciones en el seno de los círculos gubernamentales y se evidenció la correlación de fuerzas existentes dentro del Partido, pues, aunque muchos seguían siendo partidarios de Calles, había ya elementos de oposición. Al decir de Shulgovski en su libro México en la encrucijada de su historia. "la candidatura de Cárdenas era prueba de una profunda crisis del régimen callista. Se trataba de un acuerdo obligado". A medida que se acercaba la convención del P.N.R., esta candidatura tenía mayores posibilidades, pues estaba apoyada por fuerzas que deseaban triunfar.

La candidatura de Cárdenas, sin embargo, generó temores en otros grupos. La experiencia de su paso por la gubernatura de Michoacán fue la de un activismo político y agrario que hasta la fecha genera fuertes debates. Importantes haciendas fueron fraccionadas y entregadas a campesinos que de manera renuente aceptaron convertirse en copropietarios, siguiendo el modelo del ejido, de tierras que no estaban en condiciones técnicas ni financieras de explotar comercialmente de manera exitosa.

La iglesia católica, fuertemente afectada por el conflicto militar de 1926-9 encontró en Cárdenas a un adversario leal y respetuoso y a un interlocutor inteligente, dispuesto a evitar reactivar los ciclos de violencia político-religiosa-militar de la cristiada. No sólo eso, Cárdenas mismo estaba interesado en distanciarse y diferenciarse de Calles, por lo que no favoreció un cambio de actitud con la iglesia.

Calles apostó a esperar y tratar de controlar la elección de los diputados y senadores del Congreso de la Unión, lucha en la que fue derrotado por un Cárdenas que se probó hábil para resistir las intrigas y ataques de Calles y, sobre todo, hábil para construir un frente amplio. Dos años después de la elección de Cárdenas, en 1936, Calles fue obligado a salir de territorio mexicano en lo que muchos consideran una jugada maestra de Cárdenas quien aisló a Calles de sus bases de poder (grupos en el Ejército y grupos de legisladores y dirigentes obreros y campesinos), aceptando que se exilara en la ciudad fronteriza de San Diego, California, con lo que el así llamado maximato llegó a su fin.


[editar] El maximato en contexto y perspectiva

Si el maximato es importante no es sólo por su cúmulo de anécdotas, rimas como la que decía que "el presidente, (Ortiz Rubio) vive en Chapultepec, pero el que manda, vive en enfrente", en referencia a la residencia de Calles en la actual colonia Verónica Anzures de la capital de la República. El maximato es relevante porque dejó profundas huellas en diversos ámbitos de la vida pública mexicana.

En un sentido, es importante reconocer que Calles renunció--acaso sin tener que hacerlo--a la tentación de un ejercicio directo del poder, proponiendo una extensión de su mandato o alguna otra fórmula que le hubiera permitido aprovechar el asesinato del presidente electo Obregón para prolongar su estancia en el poder.

No lo hizo. Optó en cambio por una solución que si bien está marcada por sombras de dudas que son difíciles de esclarecer incluso ahora que se tiene acceso a su correspondencia y archivos personales. Prefirió embarcarse en la tarea que Benito Juárez, Porfirio Díaz, Venustiano Carranza y el propio Obregón fueron incapaces de comprender y resolver: la de dar una solución civil al problema de la sucesión presidencial en México. Juárez, Díaz, Carranza y el propio Obregón pensaron que la única solución viable a este problema era la de la reelección y al hacerlo así marcaron para mal el futuro del país.

Sin embargo, es claro que el edificio institucional de Calles tuvo cimientos marcados por la traición, la manipulación, el fraude electoral y se aprovecharon del hartazgo de la sociedad mexicana que resultó de casi 15 años de conflictos de distinta intensidad que además sentaron las bases del modelo de distribución profundamente desigual de la riqueza que vivimos hasta la fecha en México. Sentaron las bases también del cinismo que nos sirve a los mexicanos como Piedra Roseta para descifrar las fórmulas arcanas, en ocasiones ininteligibles, del ejercicio del poder.

No sólo eso, las políticas seguidas por el callismo en materia de relaciones Estado-Iglesia están aún a la espera de un profundo análisis foucaultiano que nos permita observar las consecuencias del autoritarismo con el que Calles buscó erradicar a la Iglesia y la religión de la vida pública del país. Si creemos la hipótesis psicoanalítica de Enrique Krauze en su Biografía del Poder, el origen de esas políticas tendría que encontrarse en el estigma con el que la Iglesia marcó a Calles como "hijo natural". Sin embargo, tendría que reconocerse también que el espacio público no puede ser visto como el terreno para la rencilla, pues los costos--como lo atestigua la Guerra Cristera--son muchos e irreparables.

El maximato sentó las bases de una creciente personalización del ejercicio del poder político que, debió esperar a Cárdenas para conocer sus últimas reglas, las que obligaban a los ex presidentes de México a vivir una suerte de exilio al terminar su gestión como recurso único, acaso exagerado, para terminar con la plaga del reeleccionismo. El maximato sentó las bases de la concentración, acaso extrema, del poder político en la persona del presidente de la República.

En este sentido, años más adelante, Daniel Cosío Villegas, uno de los más importantes historiadores mexicanos, utilizaría esa noción como título de su clásico El estilo personal de gobernar, para analizar el tipo de contradicciones que afectaron al presidencialismo mexicano y lo hicieron entrar en una profunda crisis cuando Luis Echeverría lo llevó hasta sus últimas y más lógicas consecuencias. En lo que hace al régimen político, fue en este momento cuando se construyeron las condiciones que hicieron posible para los presidentes de México un ejercicio prácticamente incuestionado del poder y la influencia política, avasallando a los otros dos poderes de la Federación (Legislativo y Judicial). Fue esta concentración del poder en una sola persona lo que permitió que se configurara lo que Jorge Carpizo McGregor en su texto El presidencialismo mexicano califica de "poderes meta-constitucionales" de la antigua presidencia mexicana.

[editar] Referencias

[editar] Notas

  1. En alusión al nopal, planta mexicana conocida por la cantiad de baba que contiene, significándo este apodo que Ortiz Rubio era un "Baboso", es decir, un tonto. Krauze, 1987: 101.
  2. Krauze, 1987: 101.
  3. Krauze, 1987: 108.

[editar] Fuentes

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