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Credo - Wikipedia, la enciclopedia libre

Credo

De Wikipedia, la enciclopedia libre

El credo es un breve compendio de las creencias fundamentales que todo cristiano, en toda época y lugar, cree. Básicamente, se trata de un esfuerzo realizado por la Iglesia cristiana en sus primeros tiempos para unificar criterios, debido a la preocupación existente, sobre todo durante el siglo III, de que creencias provenientes de tradiciones orales sin fundamento en la ortodoxia[cita requerida] estaban permeando la naciente fe cristiana, aparte de que el progresivo ascendiente sociopolítico de algunos obispos empezaba a dar lugar a pugnas de influencia política perniciosas para la unidad de la iglesia.

Tabla de contenidos

[editar] Origen del Credo cristiano

Durante los concilios ecuménicos de Nicea, en el 325 y Constantinopla, celebrado el 381, se enuncia el llamado Credo de los Apóstoles, ya que se considera como el compendio más fiel con respecto a las enseñanzas de los apóstoles. Hay una versión extendida, unión de los credos anteriores, por lo cual es llamado Credo de Nicea-Constantinopla.

Es a estos dos credos a los cuales adhieren las tres principales vertientes del cristianismo: los católicos romanos, los protestantes y los ortodoxos. Los distintos movimientos, denominaciones y grupos autodenominados cristianos que no observen, enseñen, guarden o crean alguna de las proposiciones contenidas en estos credos, son considerados como Sectas. La iglesia Evangélica, derivada de los protestantes, no comulga con el credo católico.

[editar] El Credo en la Iglesia Católica

Las principales verdades en las cuales cree la Iglesia Católica están contenidas en este credo. El Credo de los Apóstoles, conocido también como Símbolo de los Apóstoles, es considerado el resumen fiel de la fe de los apóstoles. Es el antiguo símbolo bautismal de la Iglesia Católica Romana. Su gran autoridad proviene del hecho de que es el símbolo que guarda la Iglesia Católica Romana, la que fue sede del Apostol Pedro, uno de los apóstoles, y a la cual él llevó a la doctrina común, según los católicos.

El actual Catecismo de la Iglesia Católica afirma:

192 A lo largo de los siglos, en respuesta a las necesidades de diferentes épocas, han sido numerosas las profesiones o símbolos de la fe: los símbolos de las diferentes Iglesias apostólicas y antiguas (cf. DS 1-64), el Símbolo "Quicumque", llamado de S. Atanasio (cf. DS 75-76), las profesiones de fe de ciertos Concilios (Toledo: DS 525-541; Letrán: DS 800-802; Lyon: DS 851-861; Trento: DS 1862-1870) o de ciertos Papas, como la "fides Damasi" (cf. DS 71-72) o el "Credo del Pueblo de Dios" (SPF) de Pablo VI (1968).

193 Ninguno de los símbolos de las diferentes etapas de la vida de la Iglesia puede ser considerado como superado e inútil. Nos ayudan a captar y profundizar hoy la fe de siempre a través de los diversos resúmenes que de ella se han hecho.

Entre todos los símbolos de la fe, dos ocupan un lugar muy particular en la vida de la Iglesia:

194 El Símbolo de los Apóstoles, llamado así porque es considerado con justicia como el resumen fiel de la fe de los apóstoles. Es el antiguo símbolo bautismal de la Iglesia de Roma. Su gran autoridad le viene de este hecho: "Es el símbolo que guarda la Iglesia romana, la que fue sede de Pedro, el primero de los apóstoles, y a la cual él llevó la doctrina común" (S. Ambrosio, symb. 7).

195 El Símbolo llamado de Nicea-Constantinopla debe su gran autoridad al hecho de que es fruto de los dos primeros Concilios ecuménicos (325 y 381). Sigue siendo todavía hoy el símbolo común a todas las grandes Iglesias de Oriente y Occidente.

[editar] Significado del Credo para otras Iglesias cristianas

El Credo es una Oración que enuncia y simboliza la fe cristiana, no está escrito en la Biblia como tal, sino que está tomado de diferentes libros del Nuevo Testamento. También es una lista de los principios fundamentales de la fe cristiana provenientes de la Palabra de Dios. El Credo no puede atribuise a ningun esfuerzo humano sino a las escrituras que son inspiradas por Dios por medio del Espíritu Santo.

[editar] Símbolo de los Apóstoles

Su contenido dogmático es el siguiente:

[editar] Versiones del Credo apostólico

Oración del Credo:

Latín
Credo in unum Deum, Patrem omnipotentem
factorem Caeli et terrae
visibilium omnium et invisibilium.
Et in unum Dominum Iesum Christum,
Filium Dei unigenitum,
qui ex Patre natum ante omnia saecula.
Deum de Deo, lumen de lumine,
Deum verum de Deo vero,
genitum, non factum, consubstantialem Patri:
per quem omnia facta sunt.
Qui propter nos homines et propter nostram salutem descendit de caelis.
Et incarnatus est de Spiritu Sancto
ex Maria Virgine, et homo factus est.
Crucifixus etiam pro nobis sub Pontio Pilato,
passus et sepultus est.
Et resurrexit tertia die, secundum scripturas.
Et ascendit in caelum, sedet ad dexteram Patris.
Et iterum venturus est cum gloria
iudicare vivos et mortuos, cuius regnit non erit finis.
Et in Spiritum Sanctum, Dominum et vivificantem,
qui ex Patre Filioque procedit,
qui cum Patre et Filio simul adoratur et conglorificatur,
qui locutus est per Prophetas.
Et Unam, Sanctam, Catholicam et Apostolicam Ecclesiam.
Confiteor unum baptisma in remissionem peccatorum,
expecto resurrectionem mortuorum
et vitam venturi saeculi. Amen

Castellano

Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible e invisible.
Creo en un Solo Señor Jesucristo,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho.
Que por nosotros los hombres y por nuestra salvación, bajó del cielo,
y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María la Virgen, y se hizo hombre;
y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato,
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según las Escrituras,
y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria
para juzgar vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo
que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro. Amén.

[editar] Credo Niceno - Constantinopolitano

El Credo de la Iglesia que se llama el Credo Niceno-Constantinopolitano fue escrito formalmente durante el Primer Concilio Ecuménico en Nicea (en el año 325) y durante el Segundo Concilio Ecuménico en la Ciudad de Constantinopla (año 381).

El Símbolo de Nicea-Constantinopla con frecuencia es más explícito y más detallado que el apostólico.

El texto es el siguiente:

Creo en un sólo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.

Creo en un sólo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajo del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

Confieso que hay un sólo Bautismo para el perdón de los pecados.

Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.

Amén.

[editar] Referencias

  1. En la expresión "descendió a los infiernos", infiernos no designa el lugar de los condenados, sino el de los muertos. Por tanto, significa dos cosas: que Jesús realmente murió (de lo contrario, no tendría sentido el término "resurrección"), y que la salvación de Jesús es universal, es decir, afecta tanto a vivos como a los que habían muerto antes de su venida. Así lo afirma el Catecismo: «Las frecuentes afirmaciones del Nuevo Testamento según las cuales Jesús "resucitó de entre los muertos" (Hch 3, 15; Rm 8, 11; 1 Co 15, 20) presuponen que, antes de la resurrección, permaneció en la morada de los muertos (cf. Hb 13, 20). Es el primer sentido que dio la predicación apostólica al descenso de Jesús a los infiernos; Jesús conoció la muerte como todos los hombres y se reunió con ellos en la morada de los muertos. Pero ha descendido como Salvador proclamando la buena nueva a los espíritus que estaban allí detenidos (cf. 1 P 3,18-19).» (punto 632); «La Escritura llama infiernos, sheol, o hades (cf. Flp 2, 10; Hch 2, 24; Ap 1, 18; Ef 4, 9) a la morada de los muertos donde bajó Cristo después de muerto, porque los que se encontraban allí estaban privados de la visión de Dios (cf. Sal 6, 6; 88, 11-13). Tal era, en efecto, a la espera del Redentor, el estado de todos los muertos, malos o justos (cf. Sal 89, 49;1 S 28, 19; Ez 32, 17-32), lo que no quiere decir que su suerte sea idéntica como lo enseña Jesús en la parábola del pobre Lázaro recibido en el "seno de Abraham" (cf. Lc 16, 22-26). "Son precisamente estas almas santas, que esperaban a su Libertador en el seno de Abraham, a las que Jesucristo liberó cuando descendió a los infiernos" (Catech. R. 1, 6, 3). Jesús no bajó a los infiernos para liberar allí a los condenados (cf. Cc. de Roma del año 745; DS 587) ni para destruir el infierno de la condenación (cf. DS 1011; 1077) sino para liberar a los justos que le habían precedido (cf. Cc de Toledo IV en el año 625; DS 485; cf. también Mt 27, 52-53).» (punto 633); «"Hasta a los muertos ha sido anunciada la Buena Nueva ..." (1 P 4, 6). El descenso a los infiernos es el pleno cumplimiento del anuncio evangélico de la salvación. Es la última fase de la misión mesiánica de Jesús, fase condensada en el tiempo pero inmensamente amplia en su significado real de extensión de la obra redentora a todos los hombres de todos los tiempos y de todos los lugares porque todos los que se salvan se hacen partícipes de la Redención.» (punto 634); «Cristo, por tanto, bajó a la profundidad de la muerte (cf. Mt 12, 40; Rm 10, 7; Ef 4, 9) para "que los muertos oigan la voz del Hijo de Dios y los que la oigan vivan" (Jn 5, 25). Jesús, "el Príncipe de la vida" (Hch 3, 15) aniquiló "mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al Diablo y libertó a cuantos, por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud "(Hb 2, 14-15). En adelante, Cristo resucitado "tiene las llaves de la muerte y del Hades" (Ap 1, 18) y "al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en los abismos" (Flp 2, 10). (punto 635)»[1]

[editar] Véase también

[editar] Enlaces externos


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