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Sirio (trasatlántico) - Wikipedia, la enciclopedia libre

Sirio (trasatlántico)

De Wikipedia, la enciclopedia libre

El SIRIO era un barco a vapor de 4.141 t, 115 m de eslora, 12,8 m de manga y 7,5 m de puntal, una esbelta y elegante silueta que llamaba poderosamente la atención, dos chimeneas ligeramente caídas hacia popa, tres mástiles (trinquete, mayor y mesana) que configuraban su aparejo, casco de hierro, proa recta. Su velocidad de crucero era de 10 nudos, posteriormente con una remodelación del motor, llegó a alcanzar velocidades de 18 nudos, con el fin de hacer viajes trasatlánticos y poder competir en el mercado de los barcos de pasaje.

Disponía de acondicionamiento para 80 pasajeros de 1ª clase, 40 de segunda y 1.200 de tercera. Su tripulación estaba formada por 127 hombres.

Fue construido por los Astilleros Roberto Napier y hijos, en Glasgow (Escocia), su botadura fue el 26 Marzo de 1883 y su primera propietaria fue la compañía; "SOCIETA ITALIANA DI TRASPORTI MARITTIMI RAGGIO Y CO," de Génova.

El Sirio navegó de Glasgow para Génova el 19 de junio de 1883 y comenzó su primer viaje desde Génova a Las Palmas, Montevideo y a Buenos Aires, el 15 de julio de 1883. En 1885 fue transferido a la "COMPAÑÍA NAVIGAZIONE GENERALE ITALIANA" y comenzó a navegar para ellos haciendo viajes regulares con destino América del Sur (Brasil, Argentina, Uruguay, etc).

La ruta que realizaba casi siempre era: Génova, Barcelona, Cádiz, Islas Canarias, Cabo Verde, Río de Janeiro, Santos, Buenos Aires, etc.

[editar] El Viaje

El 2 de agosto de 1906, el Sirio partió de Génova, repleto de emigrantes que abandonaban sus hogares, en busca de una nueva vida en América. Un viaje de aproximadamente 15 días, se sabe por testigos sobrevivientes, que el barco realizó más paradas de las que tenía previstas, haciendo recalada en otros puertos en los que recogía inmigrantes ilegales (ya que no constaban sus nombres en el rol de a bordo ni en ningún otro documento oficial), se tiene constancia de que atracó en Alcira (Valencia), donde los inmigrantes embarcados pagaron un billete de 100 pesetas, más tarde tenía previsto recalar en Águilas, Almería, Málaga y Cádiz, antes de poner rumbo a Brasil.

En este último viaje del Sirio, su capitán José Piccone de 68 años y con 46 años de experiencia en la navegación mercante, era uno de los capitanes más veteranos de la Compañía, llevaba en ella casi 26 años y también iba a ser su último viaje como capitán de un buque, ya que estaba próxima su jubilación.


El día 4 de agosto de 1906, el Sirio se encontraba navegando a unas 3 millas de Cabo de Palos, cerca de unos islotes llamados Islas Hormigas, en un mar completamente en calma, la visibilidad perfecta, a toda máquina y con rumbo al puerto de Águilas; la cubierta se encontraban llena de pasajeros de 3ª clase, que intentaban pasar las horas de calor, bajo la sombra de unos enormes toldos que la tripulación habían colocado estratégicamente para proteger del sol y del sofocante calor reinante, en las bodegas, donde viajaban los inmigrantes ilegales, el aire era irrespirable, mientras los pasajeros de 1ª y 2ª clase descansaban en sus lujosos camarotes.


[editar] El Naufragio

A las 16.00 aproximadamente del 4 de agosto de 1906, el Capitán José Piccone se encontraba descansando fuera del puente, estando el tercer oficial al mando. De repente, se produjo un tremendo impacto al chocar la nave contra la cima del Bajo de Fuera, un pináculo submarino de 200 m de largo que asciende desde los 70 m de profundidad hasta sólo 3 m bajo la superficie. Este peligroso bajo submarino estaba perfectamente señalado en las cartas náuticas de la época.

Fue en este momento cuando se escucha un fortísimo estruendo, debido al rasponazo producido por el vientre de hierro del barco contra el bajo de Fuera. Después de una violenta sacudida, el trasatlántico quedó frenado en seco y varado entre las rocas del bajo.

Este golpe levantó y sacó la proa del agua, el barco quedó escorado a estribor y con la popa hundiéndose; en poco tiempo tan solo un tercio de la nave sobresalíadel agua, el castillo de proa, el puente, las dos chimeneas y parte de la cubierta.

En la sala de máquinas y cuartos de calderas, la tripulación que se encontraba en ese momento, no tuvo conciencia de lo ocurrido ni la menor opción de salvarse.

Murieron aplastados por las planchas del casco que se abrían a sus pies, la tromba de agua que entraba rápidamente y por la explosión de las propias calderas, que a su vez destrozaron las cubiertas de pasaje sobre ellas, sembrando la muerte entre los emigrantes que en ellas se encontraban.

Tras el momento inicial, el pánico se apoderó de los pasajeros y tripulación y en mayor medida, al ver la cobarde actuación del capitán y de casi toda la oficialidad.

Éstos en vez de controlar el pánico, organizar la evacuación, asignar los botes salvavidas, etc., fueron los primeros en abandonar la nave en un bote salvavidas, sin reacción alguna ante la magnitud de la tragedia, tan solo permaneció en el barco el 2º Oficial de puente.

Algunos miembros de la tripulación viendo el abandono de sus mando, se despojaron de sus uniformes para confundirse con el pasaje y poder salvarse más fácilmente.

La posición en la que quedó el buque y la invasión de las cubiertas por los aterrorizados viajeros que luchaban por abrirse camino hacia la parte elevada del barco, hay que comprender que en aquella época, muy pocas personas sabían nadar, así como no haber nadie que dirigiese la maniobre de evacuación, hizo imposible arriar los botes salvavidas.

La mayor parte de ellos del costado de estribor habían quedado bajo el agua y los de babor, debido a la escora, quedaban suspendidos hacia el interior.

Los gritos de socorro, de dolor y de la búsqueda de sus familiares queridos, inundaron aquella apacible tarde de verano. Algunos momentos vividos, los podemos conocer por los relatos de los propios supervivientes, estos son algunos:

… muchos de los que se encontraban en cubierta quedaron atrapados por los toldos que les protegían del sol y de las altas temperaturas. Sollozaban los niños, gritaban las mujeres, maldecían los hombres y oraban los clérigos, pero todos intentaban huir de la fatalidad sin éxito.

… en aquellos terribles momentos, observÉ a un joven fraile que mientras se agarraba con una mano a una cabo del barco -"y llegándole el agua hasta el cuello"-, bendecía con la otra a cada uno de los náufragos que, ante sus ojos, desaparecían bajo el mar. Al cabo, cuando uno de los botes pesqueros que participaron en el salvamento se acercó hasta ese lugar e invitó al carmelita a subir, éste se negó objetando: "Más allá, agarrada a una tabla, se ahoga una pobre mujer con un niñito en brazos. Salvadla a ella, que yo aún puedo nadar un poco más ".

… entre otras escenas, a un hombre que, ajeno a las idas y venidas, a los gritos y a las carreras de los demás pasajeros, sacaba tranquilamente su revólver y se disparaba un tiro en la sien.

…al ver que una barca se acercaba hasta el barco, una joven pareja de recién casados se arrojó al mar, junto a ella flotaban varios cadáveres de mujeres, hombres y niños. La esposa, llamada Brígida Morelli, consiguió agarrarse a uno de los cabos lanzados por la barca, pero no volvió a saber nada de su marido.

…peleábanse entre sí, hombres y mujeres, por los salvavidas; pero, cómo: a patadas, a puñetazos limpios, con uñas y con dientes. Hasta vi algunos esgrimiendo cuchillos.

… un hombre alto y fornido sostenía feroz lucha con una joven, casi una niña, a la cual quitó el salvavidas, y con él logró salvarse.

Otros testimonios hablan de disparos a bordo y luchas por apoderarse de cualquier objeto que flotara entre los pasajeros que no sabían nadar. En esta época, muchos pasajeros iban armados, algo lógico si tenemos en cuenta que se disponían a viajar al continente americano llevando todas sus pertenencias.

Algunas de las familias que viajaban a bordo del Sirio, con todos sus integrantes y con todas sus ilusiones en la nueva vida que les esperaba al final de la travesía, se vieron truncadas por la muerte de casi todos sus componentes, un claro ejemplo fue la familia de Serafini. Eran naturales de Arzignano, provincia de Vicenza, Italia, podemos verlos en la foto tomada pocos días antes de embarcarse en el Sirio hacia Brasil.

Detrás por la izquierda: Isidoro, 12 años, Humberto, 14 años, Serafini (el padre), 43 años, Amalia (la madre), 41 años esperaba a su noveno hijo y Silvio, 11 años.

Delante por la izquierda: Ottavia, 7 años, Silvia, 9 años, Giuseppe, 2 añitos, Lucia, 3 años, y Ottavio, 6 años. Solo sobrevivieron Isidoro y Ottavio en el siniestro.

Entre el pasaje viajaban muchas personalidades ricas y célebres, como la famosa cantante de zarzuelas Lola Millanes. Testigos presénciales cuentan que pidió un revolver para suicidarse, aunque finalmente no tuvo tiempo material y pereció ahogada, recuperándose su cadáver días más tarde arrastrada por las fuertes corrientes en la localidad alicantina de Torrevieja (hallándose su tumba, en el cementerio de dicha localidad). El Obispo de San Pablo de Brasil, también falleció en el naufragio.

A pesar de que el barco permaneció durante 16 días varado en el Bajo de Fuera y que finalmente se hundió por un temporal de levante que terminó por partirlo en dos y enviarlo a fondo, prácticamente la totalidad de las víctimas, fueron en los primeros momentos. El pánico, el horror, la desorganización, el no saber nadar, etc., fueron los causantes del gran número de víctimas del naufragio del Sirio.

Se calcula que en el barco iban algo más de 822 personas, entre la tripulación, los pasajeros de 1ª, 2ª, 3ª e inmigrantes ilegales.

Según el Lloyd (la compañía aseguradora del Sirio) las personas muertas fueron 292. Los datos oficiales de la Alcaldía de Cartagena hablan de 580 supervivientes y 242 muertos, otras fuentes hablan de más de 920 pasajeros además de la tripulación, evidentemente las cifras no cuadran y las informaciones al respecto son dispares.

Cálculos realizados por fuentes extraoficiales estimaban una cantidad de víctimas de 442 aprox. basándose en versiones de supervivientes, algunas de estas personas a su vez acusaron a la naviera de introducir en el barco inmigrantes ilegales y de no reflejarlos en el rol del barco.

Es sin duda la mayor tragedia marítima civil de la historia del Mediterráneo español.


[editar] El Salvamento

El naufragio fue presenciado por varios buques mercantes -pues se trataba de una zona muy transitada por el tráfico marítimo- como el navío francés Poitien que negaron auxilio al Sirio por miedo a varar sus naves al aproximarse al bajo. Otros como el vapor italiano Umbría y el español Mª Luisa optaron por enviar botes para recoger a los náufragos.

Por el contrario, en la cercana localidad pesquera de Cabo de Palos, donde numerosas personas (entre ellas el ex-ministro murciano Juan de la Cierva) que se encontraban pasando unos días de descanso en la playa de levante, fueron testigos del naufragio y dieron inmediatamente la voz de alarma. Al momento varios pescadores, partieron en sus chalupas rumbo al Bajo de Fuera para auxiliar a las víctimas.

Uno de estos patrones que fue en su auxilio con su embarcación fue Vicente Buigués, alicantino de 46 años de edad y patrón del paquebote de dos palos Joven Miguel, viró hacia el Sirio al observar la tragedia. Al llegar junto a los restos, la situación era caótica, cadáveres flotando entre infinidad de restos y cientos de personas luchando por subir a su pequeña embarcación. Al acercarse embistió su botalón de proa de su barco contra el casco del Sirio y amarró su nave al costado de babor del buque, improvisando una especie de puente con cabos entre ambas embarcaciones. Ante el pánico reinante, y siendo conciente de que su nave corría peligro de ser hundida por el precipitado abordaje, tuvo que disparar contra los que trataban de avanzar pisando las cabezas y cuerpos de otros, para poder dominar la situación.

Ordenó que subieran a su barco primero las mujeres y niños y luego el resto. Consiguió salvar alrededor de 400 personas, regresando hacia el puerto de Cartagena donde fueron atendidos y alojados en el Teatro Circo de esta ciudad.

Posteriormente Vicente Buigues, fue condecorado por los gobiernos español e italiano, recibió una recompensa y su barco fue arreglado de los numerosos desperfectos ocurridos durante el rescate. El mismísimo Rey Alfonso XIII le recibió en audiencia en el Palacio Real.

Otras embarcaciones participantes y no menos importantes fueron:

- El laúd de pesca Vicente Lacamba, patrón Agustín Antolino, consiguió rescatar 132 pasajeros.

- Barca de pesca El Cristo, patrón José Salas Martínez (Tío Potro), que salvó 65 personas.

- El laúd Joven Vicente del pescador Bautista Buigués, que salvó 13 personas.

- El laúd Pepe y hermanos de Manuel Ruda que salvó a 8 náufragos

- La barca Virgen de los Ángeles de Pedro Llorca que salvó a 3 personas.

- La embarcación Francisca, patrón José Ruso.

- El Laúd San Pedro, patrón Ramón Parodis.

- Además el farero de las Islas Hormigas D. José Acosta y su ayudante, prestaron auxilio a más de 100 personas que fueron desembarcadas en el islote. Todos ellos fueron recompensados por el gobierno español con cantidades entre 30 y 240 pesetas.

Entre los personajes famosos que se salvaron destacan, Monseñor Marcondes, Arzobispo de Para (Brasil); Leopoldo Politzer, Cónsul austriaco en Río de Janeiro; T. Eberna, director de ópera; el famoso tenor Maristany; el maestro Hermoso, director de la banda de música del Hospicio de Madrid y el famoso médico italiano Franza

En el municipio de Cabo de Palos, se volcaron en auxilio de las víctimas, ofreciendo alojamiento y comida en sus casas. Las tiendas proporcionaban víveres sin cobrar.

Tras las crónicas de la prensa de la época, incluso surgieron desde todas partes del país personas que se ofrecían para adoptar a los niños huérfanos a causa del naufragio. Los matadores de toros Antonio Bienvenida, Lagartijo y Machaquito ofrecieron el sueldo de la corrida celebrada al día siguiente 5 de agosto en Cartagena en beneficio de las víctimas, 1.000 pesetas, 175 y 150 pesetas respectivamente. La empresa de la plaza contribuyó con 300 pesetas.

El buque permaneció varados hasta el día 21 de agosto, lo que demuestra que si la tripulación hubiese organizado el rescate y los pasajeros no hubiesen sido presa del pánico, se hubiese podido evitar una gran pérdida de vidas.

La noticia del hundimiento daría la vuelta al mundo, dándose a conocer la existencia de este pequeño pueblecito de pescadores de Cabo de Palos, así como del valor y solidaridad de sus habitantes, en toda la prensa nacional e internacional.

Todavía hoy no se sabe ciertamente cual fue la causa real de este trágico suceso; según la Comisión Italiana encargada de la investigación del naufragio, el Sirio se dedicaba al embarque clandestino de inmigrantes, para ello se tenía que separar de su ruta prescrita y acercarse excesivamente a la costa, con el fin de recalar en distintos puertos para recoger a estos ilegales. También se apunta el fallo humano, la inexperiencia del 3er. Oficial que iba al mando del Sirio en ese momento.

Algunas investigaciones apuntan una relación directa entre el accidente y la desaparición de la caja fuerte del barco, en la que se guardaban las joyas y elementos de valor, de aquellos que tenían la ilusión de comenzar una nueva vida en américa.


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