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Relieves litológicos - Wikipedia, la enciclopedia libre

Relieves litológicos

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1. Relieves Litológicos

El factor litológico está involucrado en la morfogénesis a dos niveles: uno activo o dinámico, otro estático o “condicionante”. En el primer nivel, aquellos procesos petrogenéticos que forman distintos cuerpos de roca dan lugar a geometrías específicas sobre la superficie terrestre; son morfolitologías constructivas. En el segundo, la respuesta litológica frente a los estímulos de agentes erosivos o denudadores, condiciona el modelado resultante según grados: allí donde la composición de esos materiales influye tanto sobre esos agentes como para “determinar” la fisonomía del terreno, aparecen modelados litológicos. Ambos tipos de morfología, individual o conjuntamente pero siempre que tengan entidad espacial adecuada, constituyen relieves litológicos.

Sean formas asociadas a procesos constructivos, sean características de la interferencia litológica frente a las acciones del modelado, todas pueden clasificarse en base al grado de “desgaste” a que fueron sometidas por los procesos exógenos; así se distinguen:

• Formas Originales. Son consecuencia directa de los mismos procesos que dieron lugar al cuerpo rocoso; por tanto, no hay interferencia o muy escasa con otros factores en su génesis. Para estas situaciones la litología deberá considerarse un factor dinámico, y el ejemplo más frecuente corresponde a las morfologías volcánicas juveniles.

• Formas Mixtas. En estos casos están generadas por la acción modeladora de los procesos exógenos bajo el control litológico que, según sean cuerpos rocosos en formación o ya consolidados, se comportan como un factor dinámico o estático. Si hay un equilibrio entre acciones petrogenéticas y del modelado, las formas son casi originales, es decir, mixtas penioriginales; si predominan las segundas, serán mixtas derivadas.

Aun cuando otras litologías controlen algunos procesos y sus productos, caso de materiales arcillosos en medios semiáridos generando badlands y en húmedos fenómenos gravitacionales, los paisajes litológicos básicos son volcánicos, graníticos y cársticos.

En algunos esquemas metodológicos los relieves volcánicos, junto a los tectoestructurales, suelen analizarse en una Geomorfología Estructural. Esa alternativa lleva a confusión pues, al corresponder a formas originales o derivadas de procesos ígneos-efusivos, su estudio debe asociarse al contexto de una “litomorfogénesis” y no de una morfoestructura tectónica.

Relieves graníticos y cársticos también están analizados desde diversas perspectivas: bien en el contexto de una Geomorfología Estructural, como un proceso exógeno más al mismo nivel que fluviales, glaciares, etc. Ciertamente, carst y relieves graníticos derivan de un “modelado peculiar” y raramente aparecen formas originales; en general son penioriginales producto de una meteorización singular, muy activa, y una denudación característica. Por todo ello, no resultan extraños aquellos planteamientos que los engloban dentro de la meteorización como morfologías debidas a acciones “subcutáneas”. Al constituir procesos complejos asociados a la naturaleza de la roca y siguiendo a otros muchos autores, se considera más acertado su inclusión en la categoría de “tipos de relieves”.


[editar] 1.1 Relieves Volcánicos

Son un conjunto de formas o fisonomías que, sean originales o mixtas, dependen de la actividad magmática extrusiva. Por tanto, tienen una distribución geográfica según los puntos o zonas de emisión derivados de la dinámica litosférica: zonas de acreción y subducción, vulcanismo intraoceánico e intracontinental. Esa dinámica localiza su actividad en alineaciones preferentes, arcos isla, islas oceánicas, márgenes activos y rifts continentales, a la vez que deja signos en zonas estables que, al ir perdiendo la fisonomía volcánica original, quedan como meros “residuos”; así ocurre en las principales mesetas basálticas del mundo, como las de Liberia, Paraná, Deccan, etc.

Todo volcán genera, o procede de (según se defina, dinámica o morfológicamente), una emanación de masa magmática, que llega a la superficie expelida como: “gases” (fenómeno exhalativo), material fundido más o menos viscoso o “lava” (fenómeno efusivo) y material sólido o “tefra” (fenómeno explosivo).

Ése último, el material sólido, corresponde al más variado por la diversidad en tamaños y grados de consolidación. Las partículas menores de 2mm constituyen las “cenizas” que, al consolidar, originan “tobas volcánicas”; aquél otro entre 2mm y 64mm forma el lapilli (lapillistone o “lapidita” cuando consolida); y, finalmente, tamaños mayores de 64mm dan lugar a “tefra de bloques” (aglomerados, aglomerados piroclásticos o brechas volcánicas una vez consolidado). Es frecuente el uso del término “toba volcánica” o tuff, para denominar las rocas compuestas por la mayoría de esas variedades de tefra consolidada; también referirse a ellas como piroclastos y a los bloques como bombas.

La actividad de los volcanes presenta modalidades eruptivas muy diferentes (cuadros 1.1 y 1.2, figura 1.1) y, en primera aproximación, existen dos extremas: una tranquila, con magmas fluidos básicos o basálticos; otra violenta y explosiva, con magmas viscosos en mayor o menor grado (intermedios o ácidos), caso de los andesíticos o riolíticos. En la primera los gases son liberados paulatinamente y la lava “fluye”, incluso hasta grandes distancias, a modo de “ríos”. En la segunda la lava queda confinada al punto de emisión y los gases son liberados bruscamente; ello implica su “explosión” mezclados con piroclastos (flujo piroclástico o nubes ardientes) y gran movilidad, pues alcanzan zonas a veces muy alejadas del dominio estricto de emisión, “sedimentando” y consolidándose como roca. Son productos tradicionalmente denominados ignimbríticos (término de significado y aplicación discutidos), que pueden presentar una estratificación o interestratificación con formaciones superficiales exógenas permitiendo dataciones absolutas o relativas (tefrocronología).

Figura 1.1 Tipologías de volcanes según su modalidad eruptiva (Holmes, 1960). Las características de cada uno de ellos aparecen reflejadas en el cuadro 1.1.
Figura 1.1 Tipologías de volcanes según su modalidad eruptiva (Holmes, 1960). Las características de cada uno de ellos aparecen reflejadas en el cuadro 1.1.



Cuadro 1.1. Tipos de erupciones –volcanes (según Summerfield, 1991; modificado de Macdonald, 1972).
Cuadro 1.1. Tipos de erupciones –volcanes (según Summerfield, 1991; modificado de Macdonald, 1972).



Cuadro 1.2. Clasificación de los volcanes y sus morfologías asociadas (según Rittmann, 1963).
Cuadro 1.2. Clasificación de los volcanes y sus morfologías asociadas (según Rittmann, 1963).






















Según estas modalidades eruptivas y su asociación, aparecen distintas formas volcánicas.

En su fase inicial, que mayoritariamente contribuye a definir el relieve, predominan formas originales; posteriormente irán generándose otras derivadas de la acción modeladora. El caso extremo sería un relieve “desgastado”, sólo posible tras dilatados períodos sin actividad volcánica o con acción modeladora muy energética. Para esos estados evolutivos, la fisonomía característica corresponde a relieves residuales respetados por la erosión a causa de la resistencia en la roca y que destacan sobre planicies más o menos amplias (figura 1.2).


Figura 1.2 Fisonomías y estructuras internas en un relieve volcánico (según Decker y Decker, 1981; basado en Schmiot y Shaw, 1972). Un rasgo consustancial a estos relieves, en la presencia de topografías contrastadas debidas a dos fenómenos básicos: erupciones secuenciadas en el tiempo (conos y estratovolcanes, sobre llanuras de lavas previas) y erosión diferencial sobre materiales de una o varias erupciones (mesetas, conos, agujas, crestones, etc).
Figura 1.2 Fisonomías y estructuras internas en un relieve volcánico (según Decker y Decker, 1981; basado en Schmiot y Shaw, 1972). Un rasgo consustancial a estos relieves, en la presencia de topografías contrastadas debidas a dos fenómenos básicos: erupciones secuenciadas en el tiempo (conos y estratovolcanes, sobre llanuras de lavas previas) y erosión diferencial sobre materiales de una o varias erupciones (mesetas, conos, agujas, crestones, etc).






















En el conjunto volcánico general, independientemente de su estado evolutivo y tipología, las formas elementales más comunes son (ver cuadro 1.2):

• Construcciones. Acumulación formando resaltes topográficos a modo de colinas (conos o domos) o planicies (campos o plataformas); figuras 1.3 y 1.4.


Figura 1.3 Tamaño relativo, aspecto y tiempo de construcción para diferentes tipos de volcanes. La escala vertical está duplicada en los cinco primeros, y cuadriplicada en los cinco últimos (en negro). El número indica el tiempo aproximado de actividad (M = 1 millón de años y K = 1000 años; < 1, menos de un año). Según Decker y Decker (1991), basado en Simkim et al. (1981).
Figura 1.3 Tamaño relativo, aspecto y tiempo de construcción para diferentes tipos de volcanes. La escala vertical está duplicada en los cinco primeros, y cuadriplicada en los cinco últimos (en negro). El número indica el tiempo aproximado de actividad (M = 1 millón de años y K = 1000 años; < 1, menos de un año). Según Decker y Decker (1991), basado en Simkim et al. (1981).



Figura 1.4 Estructura de un estratovolcán compuesto por: E, sucesivas acumulaciones de escoria (punteado); T, sucesivas capas de tefra (punteado denso); F, lava (rayado oblicuo); C, es un antiguo cono de ceniza fosilizado; S, sill; D, diques; L, cono lateral a partir de un dique. Según Macdonald (1972).
Figura 1.4 Estructura de un estratovolcán compuesto por: E, sucesivas acumulaciones de escoria (punteado); T, sucesivas capas de tefra (punteado denso); F, lava (rayado oblicuo); C, es un antiguo cono de ceniza fosilizado; S, sill; D, diques; L, cono lateral a partir de un dique. Según Macdonald (1972).

Los conos o domos representan sucesivas acreciones alrededor del centro emisor, están compuestos por lava, tefra o una mezcla de ambas, y sus pendientes y dimensiones varían con el tipo de material. Con lava, resultan construcciones basálticas de grandes dimensiones y pendientes suaves (6-12°) llamadas escudos. Los de escoria o cinder se asocian a conos, normalmente explosivos, cuya pendiente varía entre 30-40° con piroclastos gruesos y 10° con finos; siempre de acumulación rápida y escasas dimensiones. Por último, los mixtos o “estrato-volcanes” proceden de emisiones sucesivas con lava y tefra, que se acumulan en una estructuración secuencial de dimensiones medias y morfología bien definida; ejemplos paradigmáticos son Fuji, Vesubio y Teide, entre otros.





Los campos o plataformas derivan de coladas lávicas o formaciones con tefra. Las primeras suelen ser basálticas muy fluidas y originan corrientes (“ríos” de lava) superpuestas en una masa continua, o individualizadas dando resaltes, canales y “retorcimientos” (pahoehoe); al enfriar sufren hundimientos y vaciados generando tubos o conductos de cierto paralelismo con los cársticos (incluidos normalmente en el concepto de pseudocarst), por lo cual tienen interés hidrogeológico.

Las formaciones de tefra llegan a grandes planicies en zonas alejadas del centro emisor, debido a la sedimentación piroclástica procedentes de erupciones altamente explosivas.

• Subsidencias, colapsos y desplomes. Fenómenos ocasionados por “descompresión” en una cámara magmática. Los casos más notables corresponden a la generación de calderas por explosión y descompresión violenta, con la aparición de fracturas que condicionan colapsos y hundimientos. • Cráteres. En principio considerados sinónimos de calderas, es decir, una depresión tendente a troncocónica y originada por fenómenos de explosión-colapso; sin embargo, hay morfologías y orígenes variados. En cuanto a las morfologías, la ventana de emisión puede estar confinada en una depresión longitudinal tipo fisura, una irregular ensanchada o la ya conocida troncocónica.




El origen de estas fisonomías, además de explosión-colapso, puede ser tectónico, sólo explosivo, o con emisión pausada y divergente. Las formas resultantes más comunes son cráteres-caldera y cráteres-maar. Éstos últimos, inicialmente presentan forma troncocónica producto de una primera emisión explosiva; con el tiempo será ensanchada e irregularizada por emisiones gaseosas rítmicas, más o menos violentas, y colapsos gravitacionales sobre las paredes del cráter. En las depresiones, es frecuente la formación de lagos.

• Otros fenómenos y morfologías asociadas al vulcanismo, son: hidrotermalismo con la aparición de geyseres y precipitados; y flujos de gravedad, ya sean de material volcánico (lahar) no estabilizado, ya de otros materiales no volcánicos, incluso mixtos mezclados con aguas derivadas directa o indirectamente del vulcanismo (condensación de vapores, hidrotermalismo, fusión rápida de nieves o hielos, etc.).

Flujos gravitacionales, junto a erupciones explosivas, son los fenómenos de mayor peligrosidad para la actividad social.






















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