Páramos
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Los páramos, también conocidos sólo como "páramo”, son un ecosistema neotropical de montaña. Este ecosistema se encuentra desde la Sierra Nevada de Santa Marta en Colombia, en su extremo norte, hasta la depresión de Huancabamba, en el Perú, en su extremo sur (es decir, más o menos entre los 11º de latitud norte y los 10º de latitud sur). Incluye aproximadamente todo lo que se encuentra por sobre los 3.000 metros sobre el nivel del mar en el occidente de Venezuela, a lo largo de Colombia y el Ecuador y en la parte norte del Perú. Forman un collar discontinuo, con zonas particularmente aisladas en la Sierra Nevada de Santa Marta (Colombia) y las cordilleras de Perijá en la frontera colombo-venezolana y en Mérida (Venezuela). También hay pequeñas "islas" de páramo en las cumbres más altas de Costa Rica y Panamá. Al ser sus condicionantes básicas una posición ecuatorial y una gran altitud, también se encuentran ecosistemas muy parecidos en África oriental, en Papua Nueva Guinea y en otras áreas netamente tropicales con montañas muy elevadas. Ecosistemas cercanos se encuentran al sur y al norte del páramo (las punas) en Perú, Chile, Bolivia y Argentina, y los zacatonales de México y Guatemala. El país con mayor superficie de su territorio cubierta por páramos es Ecuador, Colombia a su vez posee cerca del 50% del total de los páramos en el mundo.[1]
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[editar] Origen de la palabra y extensión
La palabra páramo proviene de un vocablo céltico que significaba “sitio sin árboles”. Aparentemente los primeros colonizadores españoles que llegaron a estos lugares en el Neotrópico encontraron cierto parecido con los páramos de Castilla; el nombre pegó tanto que sus denominaciones autóctonas prácticamente han desaparecido. Sin embargo, en el Perú sí se usa el nombre de “jalca”. En términos absolutos, Colombia tienen más extensión de páramo (en sus tres cordilleras andinas)y el páramo más grande del mundo (Sumapaz). Al sur de la depresión en Huancabamba, el páramo da paso a la puna, un ecosistema parecido pero más seco y más estacional, propio del sur del Perú, Bolivia, Chile y Argentina. En toda su extensión en Sudamérica, el páramo tiene más de 30.000 kilómetros cuadrados.
[editar] La estacionalidad diaria
La gran altura en sitios tropicales produce un clima especial que puede resumirse en “invierno todas las noches y verano todos los días”. Al estar por sobre los 3.000 m, la capa atmosférica es muy delgada, de modo que los rayos UV llegan con mucha fuerza. Sin embargo, mucho de la energía que llega, específicamente la infrarroja que es la que produce calor, se disipa rápidamente. Esto hace que los páramos sean sitios donde la piel descubierta se quema muy fácilmente, pero a la vez que el clima sea generalmente frío, especialmente en las madrugadas. La estacionalidad diaria de los páramos es superficialmente parecida a la estacionalidad anual propia de latitudes templadas y polares. Una consecuencia de ella es que algunos animales, como los colibríes del Chimborazo (Oreotrochilus stella) “hibernan” durante las horas más frías. Algunos insectos, por su lado, sólo están activos en las horas del alba o del crepúsculo, cuando las radiaciones son tolerables y aún no hace demasiado frío. El particularmente inestable clima del páramo, a más de frío, es nublado y lluvioso, aunque hay horas de sol intenso.
[editar] Flora y fauna
En general, la flora y la fauna de los páramos se ha adaptado a esta estacionalidad diaria, al frío, a la baja presión atmosférica y a la escasa disponibilidad de agua. Aunque en mucho de los páramos hay abundante agua, ésta no está siempre en condiciones aprovechables por los seres vivos dada su muy baja temperatura (se ha dicho que el páramo es un “desierto fisiológico”). A pesar de que normalmente las alturas de las montañas tienen una diversidad escasa frente a ecosistemas más bajos, el páramo tiene una cantidad sorprendente de especies, muchas de ellas no encontradas fuera de él (endémicas). Son especialmente ricos los grupos de plantas, aves y mamíferos. Un fenómeno interesante y preocupante es la disminución o desaparición de muchas poblaciones y especies de anfibios, aparentemente debida al calentamiento global. Los reptiles están muy poco representados.
Las plantas de los páramos presentan una serie de adaptaciones que les permiten sobrevivir en un ambiente bastante hostil. Muchas tienen pelos que guardan el calor u hojas duras que evitan que se pierda agua por evapotranspiración. En general son especímenes achaparrados para protegerse del frío y el viento, aunque los frailejones (Espeletia spp. y géneros afines) y las achupallas (Puya spp.), a más de algunas especies de árboles, pueden alcanzar varios metros de alto. En algunos casos las adaptaciones pueden ser muy sofisticadas; en otros están prácticamente ausentes y estas especies deben aprovechar los microclimas generados por el resto de la vegetación. Los animales también presentan pelajes densos y colores oscuros para guardar el calor. Las adaptaciones etológicas, como las explicadas, también son comunes.
Las familias de plantas más importantes son las Asteráceas (que incluyen a los frailejones), las Orquidáceas y las Poáceas o gramíneas. La especie posiblemente más ampliamente distribuida, la paja Calamagrostis intermedia, pertenece a esta última. Otras familias importantes son Apiáceas, Blecnáceas, Brasicáceas, Bromeliáceas, Campanuláceas, Ciperáceas, Dicranáceas, Driopteridáceas, Ericáceas, Eriocauláceas, Escrofulariáceas, Gentianáceas, Haloragáceas, Hipericáceas, Juncáceas, Lentibulariáceas, Licopodiáceas, Lobeliáceas, Loganiáceas, Melastomatáceas, Onagráceas, Plantagináceas, Rosáceas, Rubiáceas, Solanáceas, Violáceas y Valerianáceas. A pesar de que los árboles son en general escasos, se pueden encontrar bosquetes hasta por sobre los 4.000 metros de yahuales o queñoas (Polylepis spp.) y otras especies arbóreas como el quishuar (Buddleja incana). En toda la extensión de los páramos en Sudamérica hay más de 4.000 especies de plantas, con un 60% de endemismo ecosistémico. Algunas de ellas se han convertido en alimento común de las poblaciones humanas altoandinas, especialmente el melloco o ulluco (Ullucus tuberosus), la oca (Oxalis tuberosa) y la mashua (Tropaeolum tuberosum).
Algunos animales propios (no necesariamente exclusivos) de los páramos son el oso de anteojos (Tremarctos ornatus), el lobo o zorro de páramo (Pseudalopex culpaeus), el conejo (Sylvilagus brasiliensis), el gato de páramo (Felis colocolo), el venado de cola blanca (Odocoileus virginianus), varias especies de roedores, el cóndor (Vultur gryphus) y varias especies de águilas, gaviotas, patos, búhos y colibríes. El sapo llamado en el Ecuador "jambato" (Atelopus ignescens) era muy abundante hasta hace pocos años pero a la fecha se puede decir que está totalmente extinto. El género de lagartijas Stenocercus es uno de los pocos representantes de los reptiles. La fauna acuática tampoco es muy diversa e incluye a las preñadillas (Astroblepus). La fauna de invertebrados aún no es bien conocida en toda la extensión de los páramos.
[editar] Diversidad
A pesar de que se puede hablar del páramo en toda su extensión, su diversidad es notable. Posiblemente la imagen más común de un páramo es la de un pajonal salpicado de especies arbustivas, lagunas y pantanos, con grandes nevados en el fondo. Pero el páramo de pajonal no es el único. Especialmente en Venezuela y Colombia, pero también en la parte norte del Ecuador, los frailejones (del género Espeletia y otros cercanos) dominan claramente la vegetación. Estas grandes plantas con una roseta de hojas grandes y peludas sobre un tronco largo le dan al paisaje un aspecto único. Otros tipos de páramo tienen que ver con la precipitación: hay páramos extremadamente húmedos, especialmente los que dan hacia la vertiente amazónica de los Andes, y páramos bastante secos, como los de las faldas del Chimborazo en el Ecuador. La parte más alta de los páramos, cerca de las nieves eternas, se denomina superpáramo y está formado por un suelo rocoso cubierto escasamente por plantas muy resistentes.
La respuesta a la pregunta de cuán natural es el páramo depende del país en donde se haga la pregunta. En Colombia y Venezuela se considera que el páramo es básicamente un ecosistema natural, con escaso o muy localizado impacto humano fuerte. En el Perú y especialmente en el Ecuador se considera que mucho del páramo de pajonal, el más extenso, es producto de una acción antrópica que ha transformado bosques, matorrales y humedales en pajonales. Esto, sin embargo, no quiere decir que un pajonal sea un ecosistema necesariamente degradado y pobre.
[editar] Los suelos
Los suelos de los páramos son en buena parte de origen volcánico reciente y muchos de ellos están aún en plena formación. Su estructura especial se debe a una combinación de materia orgánica, que se descompone muy lentamente en el clima frío, con la ceniza volcánica. Esta estructura es la base para el servicio ambiental fundamental del páramo: el almacenamiento y distribución de agua limpia y constante a los sitios bajos, donde se usa para riego, agua potable e hidroelectricidad. La importancia de estos suelos y la de la vegetación que lo protege, así como de su fragilidad, son temas que han empezado a ser tratados desde varios puntos de vista y convierten al páramo en un ecosistema particularmente frágil y estratégico. En algunos lugares los suelos parameros pueden alcanzar varios metros de espesor.
[editar] Uso e importancia
El uso que el ser humano ha dado a estos ecosistemas es muy antiguo y se han encontrado vestigios del mismo de cerca de 10.000 años. La gente de los páramos ha usado el ecosistema para obtener agua, alimento, medicina, leña, materiales de construcción, etc. Varios tubérculos andinos como el melloco u olluco (Ullucus tuberosus), la oca (Oxalis tuberosa) y la mashua (Tropaeolum tuberosum) son propios de las partes más altas de los Andes.
Los montes y las lagunas han sido parte fundamental de la religiosidad andina. Las épocas de la Conquista y la Colonia fueron testigos de un deterioro del ecosistema por parte de especies exóticas como ovejas, caballos y vacas. En la actualidad, los páramos están mayormente habitados y usados directamente por poblaciones campesinas y/o indígenas, en su mayor parte marginadas y en un estado de extrema pobreza. Estas personas, que constituyen una verdadera cultura paramera (en sí misma diversa a lo largo del ecosistema) que está en proceso de extinción, han vivido allí en varios casos por muchas generaciones, pero el impacto mayor se ha dado en las últimas décadas ante la mala distribución de la tierra, que obliga a estas personas a subir la frontera agrícola, quemar el pajonal, llevar sus rebaños a las alturas y usar los bosquetes para leña. Un proceso particularmente perverso parece ser la transformación de tierras parameras comunales en terrenos particulares, una de las tendencias fomentadas por el neoliberalismo y la globalización. También se han hecho plantaciones, en algunas ocasiones a nivel industrial, de especies leñosas exóticas, especialmente pinos de Monterrey (Pinus radiata), que impactan negativamente sobre el suelo y la diversidad del ecosistema. En ciertos lugares el impacto de la minería es también muy grave. Algunos páramos todavía pertenecen a haciendas anacrónicas inmensas, que mantienen una situación de gran inequidad.
[editar] Situación actual y perspectivas
Todo esto ha hecho que los servicios ambientales fundamentales del páramo se vayan deteriorando y que la calidad de vida de la gente que depende directamente de ellos se afecte notablemente. Los usuarios indirectos del páramo son muy numerosos puesto que, como se ha explicado, los suelos especiales de este ecosistema almacenen y distribuyen agua que luego es usada para riego, agua potable e hidroelectricidad. Los suelos de los páramos son una esponja natural pero que al ser compactada no recobra sus propiedades. Las quemas y el pisoteo del ganado alteran sus propiedades y se pierde su capacidad de almacenamiento de agua. No es exagerado decir que las principales ciudades andinas, incluyendo Mérida, Bogotá, Quito y Cajamarca, dependen fundamentalmente de la salud de este ecosistema. El calentamiento global del planeta también afecta a este ecosistema y de dos maneras: por un lado, una de las fuentes del agua que almacenan y distribuyen, el deshielo de los glaciares, se ve fuertemente afectada. Por otro lado, las características de sus suelos dependen de que se mantenga una temperatura baja. Una subida en la temperatura significa que los suelos pierden su estructura particular y su capacidad hídrica.
Sin embargo, la falta de conciencia y la carencia de políticas de conservación integral del ecosistema han hecho que este servicio ambiental y otros, como el almacenamiento de carbono en el suelo y el paisaje, estén estropeándose. Hay esfuerzos que pretenden lograr un manejo apropiado del ecosistema in situ, tratando de generar alternativas económicas en la parte baja para las poblaciones parameras, y ex situ, a través de la creación de políticas y la generación de conciencia en los niveles de toma de decisión y en la población en general. La intensificación de los cultivos en los valles y la protección de las fuentes de agua en las partes altas, junto a la introducción de hatos de camélidos andinos (que impactan mucho menos que las especies exóticas), son algunas de las medidas que se pueden tomar y que forman parte de los planes de manejo que se han diseñado y se diseñan en varios sitios de los páramos. Sin embargo, una conservación efectiva y humana del páramo sólo se logrará con cambios estructurales a niveles políticos, educativos y sociales.
[editar] Bibliografía básica
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